martes, 2 de octubre de 2012

München - Kempten (BR218)

1 hora, 22 minutos y 7 segundos se tarda en llegar en invierno desde la estación de trenes de Munich hasta la de Kempten, montado en uno de esos asientos mullidos con el forro rasgado de tanto uso.

Ese curso me habían contratado por primera vez como profesora adjunta en la Universidad FH Kempten, nunca antes había dado clases. En realidad, siempre había creído que no sobreviviría los 27, como aquellas viejas glorias de la música. Debía levantarme muy temprano para no coincidir en plena hora punta y así meter la bicicleta dentro del tren. A medida que nos acercábamos a nuestro destino podía ver a través de los ventanales como un blanco grisáceo brotaba tímidamente y en minutos se extendía hasta cubrir por completo el suelo. El sol también iba despertándose, aunque a veces aturdido por el frío, como yo.




Ese año también empecé a vivir con Olliver cerca de Holzstraße, en un estudio que había heredado de sus padres. Sólo pagábamos luz, agua y la comida de Gretel, nuestro pez.


El primer día que me incorporé a la Universidad, Olliver me acompañó a coger el tren, me dio uno de esos abrazos largos y me deseó toda la suerte del mundo. Estaba tan nerviosa que creo que sin su ayuda no hubiera encontrado el camino de casa a la estación. Me senté y le dije adiós con la mano. Ese día no pude observar el precioso viaje que me acompañaría cada lunes y miércoles, ni la nieve ni los pasajeros sonámbulos ni los asientos rasgados del tren. Ese día, bajé, salí de la estación, llegué al que sería mi despacho, miré por encima el temario y final e irremediablemente entré en el aula repleta de alumnos de apenas cinco años menos que yo. De lo que dije realmente no recuerdo mucho, me sabía todo casi de memoria, incluido silencios y preguntas "espontaneas". De ese día lo único tengo grabado perfectamente es el azul del acuario donde nadaba plácidamente Knut.

Salí del aula, aun en shock, y no dejé de caminar hasta que me topé con un cartel que decía Ven a ver a Knut, el oso polar. Pagué y bajé las escaleras hasta dar con el cristal helado que me separaba de él. No sé cuánto tiempo estuve sentada allí observando cada uno de sus movimientos, hasta que en algún momento, hicieron efecto en mi.





5 comentarios:

  1. Knut es precioso, grande y seguro. Blanco con secretos... y no sabes cuanto relaja leerlo.
    Sigue nadando, entre un monton de agua que se apila en polvo inmaculado, según la lenta vida polar
    y todo esta bien.

    (Vas a convertir al oso en un icono como sigas escribiendo así)

    Gracias mamimi, si me vieras leyendo esto... (tenía una gran sonrisa que leida puede parecer bobalicona pero vista es totalmente ridicula y fuera de lugar)
    Lo eche mucho de menos y volvio :)

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  2. Parece que empieza algo interesante, exprímelo. Besos.

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  3. Coincido con bixito, relaja muchísimo leerlo.
    Y ese video, del trayecto que dices. Genial también…
    Me encantan todos secretitos enlaces y alusiones que creas en tus entradas.
    Es como leer algo con la magia antigua. La que hoy en día es difícil de sentir.

    Gracias

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  4. Respuestas
    1. Genial.. había visto algunos murales pero nunca investigué su procedencia. Creo que me servirá para el otro blog : )

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