martes, 30 de noviembre de 2010

oo..o-.o..o-o. o.o

Manos vacías (handy leer). Todo este mal, sigue. ¿De dónde viene?, ¿quién lo hace crecer? Los propósitos y el sentido se esfuman. Y las preguntas. Y las miradas. Los humanos. Posiblemente la fuerza de aquel abrazo fue lo que hizo que su músculo latiera. [Las luces están apagadas]. No es salir del coma, es más bien como cuando sueñas con algo agradable y recién levantado te acuerdas, pero vas a hacer pipí y al volver a la cama te quedas dormido.

Se moría por uno de esos sobres de azucar que ponen junto a las tazas vacías en las cafeterías por las mañanas. Más de una vez me dijo 'Llevan la porción exacta'. Una vez que lo tomaba no volvía a quejarse del frio en al menos una hora. Nunca encontré la relación. Abrió mucho los ojos con el gesto afectivo, por un instante parecía real, la vida corría por sus venas. De no haber sido por ese sonido cuando se acababa la batería, nadie se habría dado cuenta jamás.





martes, 23 de noviembre de 2010

Weißt du eigentlich wie lieb ich dich hab?





No sé por qué motivo lo recuerdo con tanta claridad. 

Aunque era mediodía, mirando el cielo cualquiera podría pensar que estaba atardeciendo. Iba en bicicleta y había comenzado a llover muy suavemente. No llevaba guantes, asi que subí las escaleras como pude y esperé el U41 debajo de la parte techada.



Antes pensaba en ésta como una ciudad gris, y ahora sé que me confundía de color. Tiene matices grises desde luego, pero su verdadero color está entre el verde y el azulado, un azul grisaceo quizás. En mi cabeza es inconfundible.



En esa época vivía con Jude, mi compañero de piso, a quien cada vez que entablábamos una conversación sobre las cosas de la casa, mi imaginación me hacía verlo arder y correr por todo el salón hasta que, irremediablemente, saltaba por la ventana rompiéndola en mil trocitos. Justamente ese día no me apetecía empezar con una de esas charlas-búcles. No quería ver a nadie saltar al vacio. Retrasé todo lo que pude la vuelta hasta que mis piernas y mis dedos helados dijeron basta.

Me tapé las orejas con el gorro, metí las manos en los bolsillos e intenté hacerme lo más pequeño que pude. Veía a la gente pasar, abrir y cerrar y abrir y cerrar los paraguas. Tan concentrado estaba en ese vaivén que no la vi llegar. Con una pronunciación no muy buena, me preguntó si sabía algo de inglés y si en la parada donde estábamos llegaba el S9. Sólo pude ver una nariz rosada por el frio y unas ojeras malvas. Abrigo, gorro, bufanda y el consiguiente mapa me hacían dificil imaginar el resto, pero intuí una de las más bonita de las sonrisas que nunca me han regalado. 

Terminando de explicarle cómo llegar al aeropuerto de Schönefeld, mi inoportuno tren llegó.




Antes de salir de casa solía hacer una lista mental de lo que voy a hacer (aunque siempre me olvidaban cosas) y tenía ese recorrido tan marcado dentro de mi que no fui capaz de improvisar para invitarla a una taza de vino caliente en Potsdamer Platz después de tirarnos en trineo en la plataforma que habían instalado muy cerca de allí. Me hubiera gustado tanto combatir el frio de noviembre jugando al escondite con ella entre mis sábanas. O acompañarla al aeropuerto, enterarme de dónde provenía aquel acento, preguntarle qué hacía allí sola..



Las puertas del vagón se cerraron y nos separaron.


No dejé de mirarla hasta mucho depués que el vagón girase. 
También ella me siguió con su sonrisa mientras me alejaba



 

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Don't panic


Nunca vas a saberlo.



Es desidia, standby, la nada. No produce, no da, no nada. Un día entero. Antes me hablaron de una ciénaga y ayer leí sobre un agujero en un suelo, una especie de pozo profundo del que es imposible salir.


Lo que yo veo es más como un gran prisma rectangular de cristal, dónde floto sin más. Sólo floto. Sola. Donde siempre veo las mismas ocho esquinas. En el que hay días en que esa nada se apodera de mi mente y mi cuerpo y entonces me quedo justo en el medio, sin apenas moverme. Y un blanco sucio me acoge. No hace frio. No hace calor.


Pero también hay días en los que puedo pasear, sin importarme la gravedad, voy de arriba a abajo y no me despeino. Estoy tan cerca del exterior que casi puedo tocarlos. Mis manos se pegan al frio cristal y mi aliento forma vaho con el que juego a escribirte frases imposibles.











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