viernes, 15 de enero de 2010

prolongaciones, no mutaciones

Nada ni nadie lo ha previsto. Y de repente, el azar hace que aquellas dos miradas se crucen. Un hálito de deseo enciende el instinto. Las neuronas se tensan, la respiración se comprime, la piel del alma se eriza.
Después, se inicia un baile de siete o cuarenta y siete velos, los que hagan falta. Dos mentes se van entrelazando, a veces con el fino hilo de la sinceridad, a veces desde la mentira untada de brea pegamentosa.
Luego, el compromiso, el contrato y, al poco, la rutina, ese espacio de horas descoloridas donde todo el aburrimiento emerge.


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Somos ejemplares únicos e irrepetibles, que sólo aceptamos e integramos los cambios que están latentes y a veces dormidos en nuestra intimidad más profunda. Buscamos prolongaciones, no mutaciones. Y sólo en la prolongación nuestro cerebro se extiende y encuentra su justo espacio, atmósfera y motivo.
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A.B.



Un gran descubrimiento, por eso me gusta el autobús.

martes, 12 de enero de 2010

R.H.

No me ha resultado tan desagradable como de costumbre, al fin y al cabo es un trabajo de observación y me gusta, será por el tiempo a solas y la música, pero concretamente hoy ha estado bien. Me convertiré en una experta en relaciones humanas, y no, no es lo que estás pensando (nunca suele serlo), es mucho mejor.